José Luis Cuenca Tadeo
Economía
ED Rivas Business School
Web: www.edrivas.com
e-mail: secretaria@edrivas.com
Todos desde pequeños hemos aprendido que las causas
y los efectos están íntimamente relacionados. Desde pequeños aprendemos que
toda acción provoca una reacción. Hemos oído hablar de que el movimiento de las
alas de una mariposa, en una parte del mundo tiene efectos en otra parte alejada
del planeta. Es parte de nuestro conocimiento, de nuestras creencias, o de
nuestros paradigmas, y no tenemos duda de que es realmente cierto.
Pero nadie nos ha explicado que esta relación no es
tan evidente y que la relación entre las causas y los efectos no están
estrechamente relacionadas en el tiempo y en el espacio. Es decir, que puede trascurrir mucho tiempo para que podemos ser
hombres de éxito, si durante muchos años hemos sido personas que se han ido
formando en el día a día, ante las múltiples y diversas adversidades.
Las generaciones actuales tienden a pensar que las causas y los efectos, están directa
e inmediatamente relacionados. Muchas han sido las razones que justifican y
posibilitan esa creencia. El contexto de inmediatez, las tecnologías de la
información, la propia impaciencia de las personas jóvenes, son un perfecto
caldo de cultivo que posibilita dicha creencia. Los medios audiovisuales, y
especialmente la televisión, no han hecho sino fortalecer esta misma creencia.
Estas creencias han trascendido a todas las esferas
de la Sociedad. Durante la época de crecimiento rápido de los últimos años en
España, los empresarios españoles han conseguido un beneficio extraordinario, que suponían era el pago por
su gestión, y no el fruto, en muchas ocasiones de operaciones especulativas,
recalificaciones, y ciertas formas más o menos corruptas de hacer negocios.
Las organizaciones sindicales mayoritarias, se
acomodaron a recibir subvenciones con los que pagar sus
patrimonios históricos y a sus cuadros
sindicales, y no hacer su tarea fundamental, que es, la de defender los
intereses de los trabajadores a los que representan.
Los políticos se han creído que los votos de los
ciudadanos eran de su propiedad y que
tenían que gestionar el corto plazo, sin mirar más allá de sus narices y por
tanto, sin preocuparse de los problemas sociales en el medio y largo plazo
porque ello no produce votos, sino que al contrario los puede menguar.
La mayoría de los ciudadanos ha sido idiotizados por
la televisión, creyéndose qué pueden hacerse ricos con programas de preguntas o convirtiéndose en falsos ”celebritis”.
El sistema educativo español ha creado una oferta de
titulaciones que en teoría tenían sentido, pero que en el orden social no se
puede mantener y además no tiene utilidad social. Los profesores en los
distintos niveles educativos han mirado para otro lado y en lugar de subsanar
las deficiencias o ponerlas de manifiesto, han hecho un giro de noventa grados
en sus cabezas, dejando que pase lo inservible y posibilitando un problema de difícil solución en el corto
plazo.
Los jefes de gobierno y las personas relevantes del
Estado, no han ejercido el papel de liderazgo por el que se les paga, no han
sido, ni son, los faros que alumbran y guían a
nuestra sociedad hacia metas de mejora, para mantener y mejorar el
bienestar de sus ciudadanos y el de nuestros hijos.
Y ante esto ¿qué podemos hacer?
Fundamentalmente no dejarnos manipular. Ser críticos
con todo lo que nos rodea empezando por nosotros mismos y llevar adelante la
“revolución”, que no tiene por qué ser cruenta sino muy pacífica, y que estos días recorre medio mundo tomando
las calles, discutiendo y haciendo uso de nuestra libertad de expresión, que
seguramente es uno de nuestro mayores bienes personales, sin autocensuras,
asumiendo y transmitiendo nuestras creencias, situando nuestros valores humanos
por encima de los valores de los grupos ocultos, de las “manos invisibles” que
son bien visibles, porque detrás de ellas están grandes fortunas y las personas
que las detentan y que no miran más que por sus propios intereses personales, y
no por los de la sociedad de la que son parte.
La civilización está llegando a una encrucijada
histórica en la que tendrá que tomar decisiones importantes. La sostenibilidad
deber ser un elemento fundamental de nuestra existencia. No se pueden seguir
manteniendo sistemas individualistas de gestión en los que prime el interés
personal sobre el interés de la colectividad, de la sociedad de la que todos
somos parte.
Ante la crisis: crecimiento, crecimiento y
crecimiento, esa es la receta machaconamente repetida durante años. ¿Pero,
hasta donde es posible seguir creciendo? Nuestro planeta está limitado en
extensión, cada día la basura que genera esta humanidad es mayor y llevado al
límite nuestro razonamiento, ocurrirá que el peso de las basuras y los gases
que emitimos terminarán paralizando el giro de la Tierra, simplemente por su
peso. Es una barbaridad afirmar tal cosa, pero en el límite el modelo del
crecimiento nos lleva a esa situación.
La población mundial ya llega a siete mil millones
de habitantes y esto parece no tener fin. Para 2100 se prevé que la población
mundial alcanzará los once mil millones de habitantes. La Humanidad no tiene
cordura, y los dirigentes mundiales solo saben utilizar las mismas técnicas bárbaras
de aniquilación que llevamos utilizando durante los últimos cuarenta mil años.
¿No será esta la razón, por la que no se toman medidas para evitar el desastre
al que parece que estamos abocados cómo Humanidad?
El “directorio mundial en la sombra” puede tener su
estrategia y no tiene por qué coincidir con los deseos, votos u opiniones de
las personas que compartimos nuestra madre Tierra.
Que no se nos olvide, las causas y los efectos
no siempre están relacionados en el tiempo y en el espacio de manera inmediata. Aunque siempre lo que nos
ocurre hoy, es el resultado de los errores o aciertos del ayer.
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